Comentario
Corea fue colonia japonesa desde 1910. La explotación económica, la represión política contra nacionalistas y comunistas, las brutalidades, los malos tratos y la miseria de los trabajadores coreanos emigrados a Japón o a otros territorios japoneses, fueron caldo de cultivo para levantamientos como el de 1919 o las agitaciones de 1936, y, en general, para la resistencia pasiva de la población, ya antes de entrar Japón en guerra con China -1937- o con Estados Unidos -1941. La guerra sólo acentúa la represión -en 1942 son detenidos los miembros de la Sociedad para el Estudio de la Lengua Coreana; en 1943 se prohibe la Sociedad Dchindan, para el estudio de la civilización coreana. Surgen movimientos clandestinos y se multiplican las sociedades secretas antijaponesas.
Junto a la protesta política surge la armada: en 1932 un coreano lanza una bomba contra el emperador del Japón, en Tokio, y en Shanghai -China-, contra generales japoneses. Surge un grupo guerrillero en la frontera coreano-manchú -Manchuria era colonia japonesa-, y desde 1940 un Gobierno provisional coreano forma una unidad que combate a los japoneses en China. En 1943 y 1944 aumenta la actividad guerrillera, ante la promesa de los aliados de ayudar a la resistencia coreana y de restablecer la independencia del país tras la guerra. Los aliados -soviéticos y estadounidenses- liberan Corea en agosto de 1945.
Los archipiélagos de las Marianas, Carolinas y Marshall, excepto Guam, que era norteamericana, fueron cedidos a Japón en fideicomiso después de la Primera Guerra Mundial. La política japonesa osciló entre la indiferencia hacia la población -pero no respecto de la explotación económica- y las brutalidades, el trabajo forzado y el acaparamiento de tierras por oleadas de colonos japoneses, lo que trajo consigo una reducción alarmante del número de habitantes. A medida que los norteamericanos iban conquistando los archipiélagos, el trato japonés se endurecía. En las Marianas, y sobre todo en Guam -conquistada en 1941-, una parte de la población se vio confinada en reservas. En 1944 los japoneses habían sido expulsados -y con ellos todos los más de 50.000 colonos-, los norteamericanos habían recuperado Guam y se establecían sin más en toda la Micronesia nipona, que luego la ONU le cederá en fideicomiso. Mientras duró la guerra, los isleños se verán sometidos a racionamiento, a trabajo forzado y a pésimas condiciones laborales.